27 jun 2011

Asturianos en Cuba. Manuel Peláez López

Nací en Albuerne, Cudillero, el 30 de agosto de 1937. Mi padre era cubano, nacido en el año 1894 en Cienfuegos, e hijo de españoles, pero de pequeño, en el año 1898, se lo llevaron para España donde era conocido como “el cubano”. En una ocasión consiguió una bandera cubana que colocó en lo alto de un pino y las autoridades le obligaron a poner una española más alta.

Se dedicó a navegar en barcos mercantes. En un principio mi padre se casó, en 1920, con la hermana de la que sería mi madre. Su primera mujer falleció de tuberculosis en 1926, dejando dos hijos de 4 y 3 años, que cuidará su abuela y la que, con el tiempo, sería mi madre.

Cuando regresa mi padre viudo a la aldea, mi madre ya tenía 20 años de edad y mi padre se casa con ella en el año 1930, naciendo yo en septiembre del siguiente año. 

Mi madre, de nombre Carola, era una hermosa mujer muy luchadora, entregada totalmente a su familia. Después de la muerte de mi padre nunca volvió a tener ninguna relación y su vida se la dedicó plenamente a su único hijo.

Mi familia era republicana y el 30 de agosto de 1936, avisan a mi padre que lo van a matar y que tenía que irse inmediatamente. Aquel día mi padre sale de casa fingiendo que va a segar, seguido por mi madre y yo, agarrado de su salla. Conseguimos llegar a Gijón, pero mi padre cae enfermo y lo ingresan, primero en un hospital de Caravia y luego en otro de La Guía en Gijón, donde fallece el 12 de diciembre de 1936, cuando ya habíamos iniciado los tramites para emigrar a Cuba.

Con su bella madre, Carola.

Me quedo solo con mi madre, protegidos por el consulado cubano y ella se pone a trabajar en un hospital que había en Somió. Recuerdo que un día, yo muy chiquito, cogí por mi cuenta el tranvía que llegaba a Somió y me fui a buscar al hospital a mi madre. En aquel entonces, los bombardeos continuos y el hambre eran terribles.
El 30 de Agosto del 37, salimos en una lancha hasta alta mar, donde nos recogió un buque de guerra que nos llevó hasta San Juan de Luz, ese mismo día tuvo lugar un terrible bombardeo y tuvimos que correr hacia un refugio de Cimadevilla, el cual se conserva, como almacén, en el mismo lugar.

De San Juan de Luz nos dirigimos hacia Burdeos y de ahí partimos para Cuba el 10 de Septiembre de de ese mismo año. Antes de nuestra partida, el cónsul de la ciudad le pidió a mi madre que cuidara de otros tres niños que viajaban solos. Nuestro único equipaje era una bolsita de tela y algo de dinero que el cónsul le dio a mi madre para el cuidado de los niños, dinero que nos robaron en el barco en un descuido. Conservo la foto de esos tres niños de los que nunca más supe, tal vez, ahora, cuando vean sus fotos y conozcan mi historia pueda encontrarlos.

Los niños que viajaron con ellos y nunca más volvieron a ver

El barco que nos trajo de Burdeos hasta el Caribe se llamaba Flandres e iba con dirección a Argentina, por lo que nos desembarcaron en la isla de Santo Tomás, donde nos recogieron los cubanos. Llegamos a Santiago de Cuba el 4 de octubre de 1937, después de más de 20 días de viaje por mar.

Cuando llegamos a Santiago, nos recoge un pastor bautista y nos pregunta si tenemos a alguien en la isla. Mi madre le habla de un tío que tenía en Cienfuegos que vivía bien y no tenía hijos, pero ese hombre no quiso saber nada de nosotros. En La Habana vivía un primo segundo al que mi padre había ayudado. El era un buen hombre, pero su mujer era “reaccionaria completa”. El vendía hielo en la calle Mercaderes y ese fue nuestro primer destino en Cuba.

Mi madre se puso a trabajar de doméstica, donde la explotaban, dejándome a mi en la casa de los familiares donde la mujer, me hacía la vida imposible, porque yo decía que era “miliciano”; ella me recluía en la azotea, pero yo me entretenía jugando a mi manera.

De ahí pasé a un “crech” (orfanato), donde estuve poco tiempo, ya que mi madre tenía que vivir en las casas donde servía. En cuanto mi madre pudo resolver, me internaron en el colegio Mª Martín, donde las internas eran todas chicas, menos yo. Cuando ellas se retiraban yo me quedaba solo y fue ahí donde empecé a aficionarme a escribir. Posteriormente vivimos con unos cubanos que también nos maltrataban, hasta que mi madre encontró a un matrimonio gallego, Ricardo y Hortensia, que vivían del ganado. Recuerdo que tenían también una mula y una ternera que era mía y se llamaba “la paloma”, aún conservo una cicatriz de mis aventuras con el ganado, ya que yo era muy travieso.

Con este matrimonio nos mudamos en varias ocasiones de finca. En Playa vivimos en una finca con vacas, donde yo me dedicaba a recoger huesos del ganado muerto para luego venderlos a los artesanos. Por aquel entonces yo no iba a la escuela y mi madre venía una vez por semana a verme. Luego volvimos a mudarnos a una finca donde vivía un abogado que tenía un caballo árabe tuerto. Volvimos a trasladarnos una y otra vez más, hasta que mi madre decide regresar con los parientes de la calle Mercaderes 13 y yo ingreso en la escuela del Centro Asturiano, donde era mal estudiante, tal vez debido a tanto cambio.

Consigo la estabilidad cuando mi madre se va a trabajar a la casa de Blanco Herrera y yo me voy a vivir con ella en la casa. Entonces ingreso en La Salle, donde también aprendo mecanografía y empiezo a estudiar bien. Consigo una beca para estudiar Comercio y a la vez trabajo en la Westinhouse de muchacho de oficina. Paso al estudio del arquitecto Jorge Manuel Galdós, mientras que estudio por la noche en la gran academia Habana Busness. 

Manuel, con el pasaporte original que dice "la persona amparada por este pasaporte dirigese en un buque de guerra al extranjero, via Francia, Cuba"  firmado el 27 de julio de 1937 por el Viceconsul del Brasil e Interino de Cuba.

Mi madre tenía mucha añoranza de su tierra y en el año 1950 decidimos regresar a Asturias para cuidar a mi abuela, pero uno de mis tíos había terminado con la casa y encontramos todo medio arruinado. Tenemos que volver a Cuba en 1953 y empiezo a trabajar en una notaría y mi madre de costurera. Vivíamos mejor.


Cuando llega La Revolución en el 59 y escucho el primer discurso de Fidel, simpatizo inmediatamente con sus ideas y empiezo a tomar conciencia política y me hago miliciano con la Revolución, lo mismo a lo que jugaba cuando era pequeño. A los 28 años me proponen realizar un curso militar. El notario con el que trabajaba ya se había ido “para el Norte” y entonces me involucro. Me fui por un mes y me quedé 33 años, terminando mi carrera con el grado de Teniente Coronel. Con la llegada de la Revolución se cumplieron mis sueños, mi madre dirigente en un gran Centro, después de tantos sufrimientos y yo en las FAR, de profesor y estudiando siempre.

En 1987 cuentan conmigo para organizar la Ceremonia del Cañonazo, en memoria de cuando La Habana era una ciudad amurallada y se tiraban cañonazos que anunciaban la apertura y el cierre de las puertas. Consigo que el cañón se cargue en 3 minutos, en lugar de los 30 que necesitaba y me ocupo de ello durante siete años. Fui el fundador de la Compañía de la Ceremonia. Me jubilé en 1993.

Ahora vivo con mi esposa en una casa unifamiliar de La Habana y como no se estar sin hacer nada me ocupé del cañoncito del reloj de sol de Varadero que estaba destrozado, hasta que me encontré con un científico y conseguimos construir un gran reloj solar que dispara el cañonazo cuando se desea.  En la actualidad sigo trabajando con proyectos de relojes solares y vivo feliz con mi esposa en La Habana. He regresado a Asturias en varias ocasiones.

En la actualidad, verano de 2011, Manuel está en Asturias de visita. Desde aqui quiero hacerle llegar todo mi cariño y agradecimiento por su eterna sonrisa y fortaleza.

4 comentarios:

  1. Ese hombre del que hablas es mi tio abuelo Manolo,al que quiero mucho y espero que nos vuelva a visitar pronto.

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  2. Gracias por dejar constancia de este maravilloso ser. Honesto, generoso, amable, comprometido, inteligente, incansable y capaz.
    Tuve la fortuna de disfrutar de su amistad, y de la de Maruchi, su gran amor. Me dieron tanto... Quedan en mi corazón para siempre como símbolo del buen hacer. Cuba, para mí, ya no es igual. Paz para ellos.
    Joaquín Elvira Rodríguez

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  3. El verano de 2011 hizo una escapada por Granada para ver a la familia que tiene Maruchi aquí.
    Me alegré muchísimo al verlo y pase el dia con él.
    Yo había estado en su casa de Miramar (60 con 17) en dos ocasiones en Febrero de 2009 y 2010.
    Todavía recuerdo el dia que los conocí esperándome en su casa. Con esa calle 60 tan larga y con poquísima luz, una ventana iluminada en la primera planta y una voz me dice Fernando. Así los conocí.
    Al día siguiente quedamos y me llevó a la Habana Vieja, me enseñó como se cogían los almedrones y mantener la boca callada.
    El año 2018, en Febrero, volví y le busqué en el Centro Asturiano que tanto quería y le querian, allí me dieron la noticia del fallecimiento de ambos.
    Manolo y Cuba, para mí, son lo mismo. Le hecho mucho de menos cuando voy.
    Era un hombre bueno.
    Hoy me he llevado una enorme sorpresa cuando he puesto su nombre en Google y mira... Ahí me lo encuentro.
    Gracias.
    Un saludo, Fernando Pascual.

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  4. Me alegro de que mi encuentro con estas personas extraordinarias ayude a que no se pierda su recuerdo. Ya eran mayores cuando hicimos el libro sobre ellos, ahora ya quedan muy pocos, pero mientras los recordemos seguirán entre nosotros. Gracias por vuestros comentarios y os deseo lo mejor para el próximo año. SALUD.

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