Los faros cubanos, tienen su origen en los años
centrales del siglo XIX, cuando Cuba era colonia española, llegando casi
intactos hasta nuestros días como muestra de un patrimonio arquitectónico y
cultural de gran relevancia y cuyo minucioso estudio fue realizado por el
Técnico de Señales Marítimas español, Miguel Ángel Sánchez Terry, publicado por
el Ministerio de Obras Públicas y Transportes en 1992, bajo el título “Faros
Españoles de Ultramar”. Esta importante obra, no superada hasta el
día de hoy, nos sirvió de referencia para visitar algunos de ellos,
aprovechando el trabajo que dio origen al libro “Cuba: de La Habana a La Habana”,
realizado en 1999 con José Sierra
Fernández.
Tomando como destino los faros de cualquier
lugar del mundo, podremos diseñar interesantísimos y personales viajes, donde
se mezcle la soledad, el privilegio de acceder a miradores costeros privilegiados,
conjugando el disfrute de la naturaleza, la historia y el arte.
El faro Roncali, situado en la punta San
Antonio, la más occidental de la isla de Cuba, toma su nombre del por entonces
gobernador Federico Roncali, el cual aceleró su construcción, iniciada el 4 de
enero de 1849, cinco años más tarde que el capitán general y gobernador de Cuba
Leopoldo O´Donnell, escribiese estas palabras: “Cada vez que paso por aquí,
tengo noticias de buques naufragados cerca de este cabo y este año he visto un
buque magnífico a pique sobre él y otro a distancia de algunas millas, ambos
perdidos hace poco tiempo”.
Inaugurado el 27 de febrero de 1850, consta de una torre de sillería
de forma troncocónica de 24,50 metros de altura, con balconcillo exterior con
antepecho de bronce, protegido por barandilla y una cúpula que alberga su
óptica, la cual en principio era de segundo orden de Fresnell, adquirida al
fabricante francés Letourneau, sustituida en 1955.
Como recuerdo de su construcción, se enterró
debajo de la puerta de entrada, una caja de plomo que contenía una Guía de
Forasteros del año 1849, la copia del acuerdo de la Real Junta de Fomento,
Agricultura y Comercio, sobre el remate de la construcción y otros documentos,
periódicos y monedas isabelinas de la época.
El acceso al faro se proyectó mediante un
vano elevado, servido por una escalera exterior, con la finalidad de dificultad
un posible asalto. Los cinco pisos de la torre, se sirven por escalera de
hierro fundido, formando ojos, para conseguir espacio para alojara a sus tres
torreros, si bien, éstos se negaron a ocupar un habitáculo tan reducido, lo que
obligó a la construcción de una vivienda exenta en sus proximidades, diseñada por
el mismo ingeniero que proyectó el faro, José Pérez Malo.
Hoy en día, el Faro Roncali está
electrificado y se ha cargado y pintado la torre y la vivienda de los torreros,
presentando un cuidado aspecto.
Datos de
interés para el visitante
Provincia de Pinar del Río
Distancia a La Habana: 304 km
Distancia a Pinar del Río: 128 km
Alojamiento: María La Gorda
Distancia a Pinar del Río: 128 km
Alojamiento: María La Gorda
Para las personas que deseen visitar este
faro, la primera condición es solicitar
el permiso oficial para transitar por la Reserva Nacional de la Península de Guanahacabibes (declarada
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), en cuyo extremo se localiza este faro. La mejor
manera es hacerlo con tiempo por Internet, en las páginas que ofrecen ese
servicio. En último extremo, se puede conseguir el permiso en
la misma entrada a la Península, donde se localiza el edificio de la Estación Ecológica. La visita tiene una duración entre 6-7 horas.
Hotel María La Gorda
Ensenada de Cortés
La península donde se localiza el faro, es solamente transitable en todo terreno, así que si llegamos al
destino en coche tendremos que ir acompañados por un guía, de ahí la necesidad
de informarse previamente de los horarios y condiciones, las cuales pueden
cambiar de una temporada a otra.
Costa del Cabo San Antonio, donde se suceden solitarias playas de arena
La disculpa de la visita a este faro, nos
permitirá disfrutar de uno de los paisajes más agrestes y solitarios de la isla,
integrados dentro de la Reserva y Parque
Nacional de la Península kárstica de Guanahacabies, último refugio de los indios que huían de
los conquistadores españoles y una de las zonas vírgenes mejor conservadas de
la isla, donde se pueden observar con facilidad grandes iguanas, jutías (el
mayor roedor de Cuba); mariposas, aves, bosques y plantas endémicas con una
gran representación de espectaculares orquídeas.
Laguna kárstica en la península del Cabo San Antonio
En esta solitaria península, solamente
encontraremos el pequeño complejo
turístico de María La Gorda (nos contaron que este nombre procede de una
vieja prostituta que un barco abandonó en el lugar, cuando ya no les era de
utilidad…), formado por un hotel y las
Villas Cabo San Antonio, con frente a una playa paradisiaca de la ensenada
de Cortés y desde donde se pueden realizar excursiones a pie que transitan por
paisajes de sorprendente belleza y riqueza ecológica. La Península de
Guanahacabibes, se subdivide en dos: la
del Cabo San Antonio, donde se localiza el faro y la de Corrientes, separadas
por la ensenada de Cortés y en dirección opuesta al anterior cabo, delimitada
por una gran plataforma de abrasión kárstica, conocida como “diente de perro”,
por el poder cortante de sus afiladas aristas. Importante centro de buceo, en
sus aguas se localizan las mayores reservas de coral negro y sus fondos están
salpicados por los restos de un sinfín de barcos piratas. Sin duda es uno de
esos lugares en el mundo que el amante de La Naturaleza debería conocer.
En nuestra visita, tuvimos la gran suerte de ver el fruto del cactus endémico de Guanahacabibes (Harrisia taetra), el cual solamente aparece en contadas ocasiones durante la vida de la planta.
También es fácil encontrarse en el camino con iguanas de gran tamaño o jutías (el mayor roedor de Cuba).
En esta Reserva de la Biosfera, se contabilizan más de 600 especies de plantas, de las cuales 15 son endémicas de este extraordinario espacio, donde también conviven unas 140 especies de aves, donde entre las que destaca el Tocororo (ave nacional de Cuba por contener los colores de su bandera), o el colibrí más pequeño del mundo, conocido como Zunzuncito o pájaro mosca.
Más de 30 tipos de orquídeas, crecen en Guanahacabides, siendo fácil su localización e identificación, teniendo en cuenta que la visita está dirigida por un guía experto.
¡¡Que envidia!! La verdad es que eso de hacerse una ruta visitando faros, disfrutando de las carreteras, de la soledad, del mar, de las vistas... es algo que no tiene precio. Pocas veces me he sentido tan libre y tan cerca de mí mismo como en este viaje que he hecho hace poco más de un mes por los faros portugueses. Por cierto, acabo de dejar una entrada en mi blog sobre el primero de ellos: el de Montedor.
ResponderEliminarUn beso desde el Sur.