Esta entrada quiero dedicársela a mi viejo amigo Rodolfo Pico, compañero de correrías de la "edad del pavo" y a la vez excelente profesional. Pico ha sido el autor de la ilustración del libro Asturias-Cuba "los que se quedaron", alegrando con sus pinceles y prosa poética el arduo tema de los asturianos separados de su tierra. Con sus colores, con sus palabras, le dio otro sentido de esperanza a la nostalgia de la lejanía. Gracias, Pico, esperemos tener oportunidad de volver a trabajar juntos allende los mares. http://rodolfopico.blogspot.com/
REDUCTO PARA LAS FÁBULAS. La Nueva España. 01-10-11
REDUCTO PARA LAS FÁBULAS. La Nueva España. 01-10-11
Nacido
en Luarca, pertenece a una generación de artistas que defienden las calidades
plásticas y la vigencia de la pintura desde el corazón de Gijón. Estos
días estrena estudio, soñando nuevas historias entre viejas memorias de color.
Realizó su primera
exposición en el grupo Segrel, con Pelayo Ortega y Melquíades Álvarez, en 1974.
«La vida es dulce o amarga; es corta o larga. ¿Qué importa? El que la goza la
halla corta y el que la sufre la halla larga». Las palabras de Ramón de Campoamor
podrían recrearse estos días en las limpias paredes del estudio recién
estrenado por Rodolfo Pico, en el centro de Gijón, para comenzar su nueva etapa
creativa. Hace cuatro décadas que este irónico creador empezó su carrera en
defensa de la pintura, una disciplina muy sufrida, reivindicada una y mil veces
por una generación de artistas asturianos que hoy sigue apostando con fuerza
por el poder sugestivo del color. Nacido en Luarca, pero gijonés de adopción,
Pico pertenece a esa nómina excepcional de pintores que, en los años setenta,
comenzaron a respirar en las calles de la ciudad bajo la veterana batuta de
Camín y Antonio Suárez, con Evaristo Valle y Nicanor Piñole como referencias, y
con Luis Fernández y Orlando Pelayo en el recién descubierto horizonte
de la modernidad. Una generación que partía de las nuevas reflexiones
sobre la figura del artista, asimilando las ideas de los 'support-surfaces'
franceses o reinterpretando distintas corrientes estéticas que respetaban las
vanguardias históricas y el arte clásico, lejos del dogma conceptual. Pico
expuso por primera vez en 1974, junto a Pelayo Ortega y Melquíades Álvarez, en
el efímero grupo Segrel. Su primera exposición individual fue al año siguiente.
Desde entonces han ocurrido muchas cosas, ha expuesto muchas veces y ha visto
cambiar mucho el panorama, pero mantiene intacta su ilusión y su fe en la
vivencia y la vigencia de la pintura. Pico, como sus colegas, ha
demostrado que la diversidad existe y que lo bien hecho, bien parece,
proyectándose sin rubor hacia nuestros días. En su trabajo hay varias etapas,
conjugadas por el dibujo, el color, las reflexiones figurativas y una cierta
ascendencia metafísica. Ahora, tras unos años complicados en su vida personal,
Pico parece hallarse en un buen momento profesional, más original y emblemático
que antaño. Sus últimas series parecen un canto a la vida, que mantiene las
fábulas y los personajes bajo la atenta mirada de lo cotidiano, del arte y
de la literatura. Cuadros intrigantes, que alternan la exuberancia y
la sobriedad, dotados de peculiares temáticas que trascienden por encima de lo
simbólico. Su conocida iconografía, centrada en paraguas, damas, gatos, peces,
aviones o dirigibles, se ha reinventado cada día con fantasías, entre lo
trágico y lo mordaz, de texturas suaves y transparentes, veladuras cálidas y
sabores románticos. Este nuevo taller gijonés mantiene sus ritos y sus mitos.
En sus rincones se amontonan lienzos y recortes de prensa, juguetes y
recuerdos, plantas y objetos, incluso, sus incipientes experimentaciones
escultóricas, que se valen de las mismas directrices que las pictóricas.
Divertidos bodegones, barcos, pentagramas, evocaciones de cuentos infantiles,
homenajes a grandes artistas, sugerencias como 'El Principito' de Saint-
Exupéry. Porque, más allá de lo decorativo, lo esencial es invisible a los
ojos. Pico, el pintor, sigue armonizando tiempo y espacio, presente y pasado,
tierra y mar. Recuperando viejas energías en un compendio de claves para
degustar lentamente, llenas de enredos formales, perspectivas imposibles y
complicidades para el espectador. Algunos cuadros mantienen ese halo metafísico
de antaño, pero hoy resulta más depurado. Se mantiene también su habilidad como
ilustrador, que le permite alternar viejas y nuevas herramientas sin abandonar
las virtudes del íntimo proceso pictórico. Nuevas escenografías, con algunas
dimensiones renacentistas y ecos de la pintura francesa de principios de siglo
XX, que le sigue atrayendo mucho, con sus explosiones cromáticas y poéticas. Su
última exposición fue el año pasado, en la galería Gema Llamazares de
Gijón, donde tomaba como pretexto la isla de Cuba que, pese a la distancia
(Pico nunca estuvo 'físicamente' allí), permanece ligada a la retina del
pintor. Una búsqueda casi adolescente, poblada por matices extraídos de aquella
isla, recuerdos familiares y situaciones domésticas. La publicación
'Asturias-Cuba. Los que se quedaron', promovida entonces por varias
instituciones regionales con textos de Belén Menéndez Solar y el
propio Pico, fue la mecha inicíatica del proyecto, que sorprendió a propios y
extraños. En sus páginas fluye lo mejor del mejor Pico, porque allí tuvo
ocasión de plasmar con pinceles sus pasiones, alegrías, tristezas, la rebelión,
la magia o las ensoñaciones. Sus palabras, en ese libro, anunciaban el instante
vital que hoy nos ocupa. «Escribo la luz desbordada, el vértigo que llega tarde
a la prisa, la humedad anudada al deseo, el espliego, el carmín convenido, el
cuerpo sin límites, donde se apoyan los sueños como enfermos de ebria
sustancia». Instantes importantes para recapitular, para mirar hacia el futuro,
para recuperar identidades. El ansia, quizás, de nuevas vivencias , amores y
viajes más o menos locales, o exóticos. «Eso eres tú mientras sueño», le
escribe a la ciudad. Una isla como metáfora del aislamiento del
artista. Tormentas, estrellas, días y noches. Cierto énfasis místico, mirando
al cielo, con la sonrisa al hombro. Acaso también, la potencia de la santería,
con frases cogidas al vuelo («Si no sabe no se meta», reza en uno de estos
cuadros) en la calle, en el supermercado, en el videoclub, en la playa de
Cadavedo o en el extremo de nuestro malecón, en Punta Liquerique. Amistades que
se cuentan con los dedos de la mano pero, contra todo pronóstico, aún crecen. Los
últimos cuadros que Pico expuso en Gijón apostaban por el pequeño formato,
fruto del angosto estudio anterior. Este luminoso taller le permite atisbar
mayores envites, que esconden otros corazones de lluvias, otros soles y otros
misterios. Azoteas, personajes locales, lugares imposibles, goletas,
acantilados, mitologías. Historias pintadas, elegías, canciones, un tigre de
peluche, escenas taurinas, nieblas astures y playas caribeñas. Un abanico de
recursos donde conviven los juegos de palabras, habitados por una cierta
melancolía. «Recuerdos que pesan sobre la brea y se dicen abrazos en la
desnudez de la memoria».
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